lunes, 14 de agosto de 2017

DESPUÉS DE LA POESÍA, LA NADA - Por Marcos Morales


Después de la poesía, la nada.

 Sucede que a veces uno no es quien la gente espera, y se ocupa de cuestiones que se pasaron de moda en una modernidad fugaz, donde los intereses se apoderan de uno. Si quisiera hacer lo que un poeta gustaba en otras épocas, comenzarían a mirar de reojo a un hombre que se ocupa de utopías en vez del consumismo y las apariencias que resultan más importantes en los tiempos modernos.

            De esta manera, y casi sin darnos cuenta, se perdió la belleza, la búsqueda de tal, el escarbar hacia adentro, el amor eterno, las vicisitudes que antes preponderaban y que ahora son mal vistas.

            Parece que las raíces se pudrieron para volverse ásperas, donde el hombre no se ocupe de ellas, sin siquiera recordarlas.

            La melancolía del poeta se pierde en la vertiginosidad del día a día, donde el papel se aleja de sus manos y las plumas son armas suicidas en las noches solitarias. La inspiración se diluye entre los desamores, el dinero y las tecnologías que se ocupan de  vaciar las mentes y las almas.

            Un cuerpo ya infectado de drogas, gérmenes, pandemias, guerras, odios, mercados de valores, blasfemias, mentiras, y pecados,  como si fuera un tumor mortal que deja una ciudad carente de poesía, de arte, de amor.

            Así, como un día el primer poeta leía lo suyo para el agua, para la luna, para los árboles, para las ranas y para los grillos, daría la sensación que hoy, lentamente aquel poeta, como muchos otros, se van quedando sin latidos, bajo la obscura trivialidad moderna.

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