Buenos Aires Lírica
presenta
BA-TA-CLAN de Jacques Offenbach
Chinoiserie
musicale en un acto
En el Teatro Picadero
Una
vez más la ópera sale de sus espacios tradicionales y apropiados para su género
y visita al Teatro Picadero. No es la primera vez que lo hace. Este año, en
junio, se presentó en este mismo teatro La
scala di seta de Rossini. La propuesta vuelve a ser un éxito. En estos
espacios más pequeños, la ópera recupera su intimidad y su cercanía con el
público y pierde su majestuosidad.
Ba-ta-clan definió
el rumbo del estilo de Offenbach (Colonia, 1819-París, 1880).
Para
la ocasión Ludovic Halévy firmó el libreto con su verdadero nombre y el éxito
descomunal superó al de Les deux
aveugles, su pieza anterior.
La
acción transcurre en un reino imaginario llamado Che-i-noor, al que rápidamente
el espectador identifica con la China. Es que Ba-ta-clan coincide con una época
de expansión del imperialismo francés, en la que el Emperador Napoleón III emulaba
al imperio británico con la mirada puesta en el continente asiático, además de
mantener la supremacía conquistada en Argelia y Senegal. Tanto los recursos
naturales de las colonias como los mercados que estas podían representar para
el comercio, sumada la supremacía territorial en tierras lejanas, eran el
interés del Segundo Imperio, cuya empresa colonizadora alcanzó el punto máximo
con la apropiación de Indochina (1862).
Ba-ta-clan es
una mirada satírica hacia la empresa imperialista de Napoleón III, donde la
política colonial y lo exótico son puestos en ridículo. El emperador también es
ridiculizado. Es a su vez una burla hacia esa curiosidad combinada con
esnobismo e interés estético por los países de Asia. “Bataclán”, palabra que en
su onomatopéyica sonoridad puede remitir a “lo chino”, tiene una caricaturesca
afinidad con la comedia que la lleva de título. No es de fácil traducción: si
se dice “e tout le bataclan”, se puede traducir como “y todo eso”. También
puede hacer referencia a los bártulos que forman el equipaje, a una
parafernalia de objetos o simplemente a una situación confusa y desordenada
(eso que los porteños llamamos “despelote”).
El
éxito de Ba-ta-clan se trasladó de
París a ciudades como Londres y Nueva York, donde se mantuvo en cartel durante
años. Más tarde Offenbach presentó una segunda versión, que incluye gran
orquesta y coro. BAL la ofrece conforme a un criterio de reconstrucción que va
detrás de la huella del original con agregados de otras partituras de
Offenbach.
Tan
persistente fue el éxito de Ba-ta-clan que
el 3 de febrero de 1865 se inauguró en París un teatro que lleva su nombre, y
cuya fachada parodia a la arquitectura china.
Sede
de espectáculos de entretenimientos variados, entre las atracciones principales
contaba con sus famosas bailarinas llamadas “bataclanas”. Palabra hoy de raro
uso, se empleaba para criticar a alguna mujer, joven y atractiva, perteneciente al mundo del espectáculo. (En
1941 hubo una película emblemática del cine argentino protagonizada por Niní
Marshal, Yo quiero ser bataclana.)
El
13 de noviembre de 2015 el Bataclan (en la actualidad se escribe sin guiones)
acaparó la atención del mundo, al ser objeto de un atentado del ISIS que dejó
un saldo de varios muertos.
Con
dirección musical de Juan Casasbellas,
puesta en escena de Ignacio González Cano y un talentoso reparto,
presenta una versión fresca y renovada de un clásico que se burla del imperio
con calidad y belleza.
Nada
más actual.
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