martes, 31 de octubre de 2017

BA-TA-CLAN de Jacques Offenbach - Por María Inés Grimaoldi

Buenos Aires Lírica presenta
BA-TA-CLAN de  Jacques Offenbach
Chinoiserie musicale en un acto
En el Teatro Picadero

Una vez más la ópera sale de sus espacios tradicionales y apropiados para su género y visita al Teatro Picadero. No es la primera vez que lo hace. Este año, en junio, se presentó en este mismo teatro La scala di seta de Rossini. La propuesta vuelve a ser un éxito. En estos espacios más pequeños, la ópera recupera su intimidad y su cercanía con el público y pierde su majestuosidad.
Ba-ta-clan definió el rumbo del estilo de Offenbach (Colonia, 1819-París, 1880).
Para la ocasión Ludovic Halévy firmó el libreto con su verdadero nombre y el éxito descomunal superó al de Les deux aveugles, su pieza anterior.
La acción transcurre en un reino imaginario llamado Che-i-noor, al que rápidamente el espectador identifica con la China. Es que Ba-ta-clan coincide con una época de expansión del imperialismo francés, en la que el Emperador Napoleón III emulaba al imperio británico con la mirada puesta en el continente asiático, además de mantener la supremacía conquistada en Argelia y Senegal. Tanto los recursos naturales de las colonias como los mercados que estas podían representar para el comercio, sumada la supremacía territorial en tierras lejanas, eran el interés del Segundo Imperio, cuya empresa colonizadora alcanzó el punto máximo con la apropiación de Indochina (1862).
Ba-ta-clan es una mirada satírica hacia la empresa imperialista de Napoleón III, donde la política colonial y lo exótico son puestos en ridículo. El emperador también es ridiculizado. Es a su vez una burla hacia esa curiosidad combinada con esnobismo e interés estético por los países de Asia. “Bataclán”, palabra que en su onomatopéyica sonoridad puede remitir a “lo chino”, tiene una caricaturesca afinidad con la comedia que la lleva de título. No es de fácil traducción: si se dice “e tout le bataclan”, se puede traducir como “y todo eso”. También puede hacer referencia a los bártulos que forman el equipaje, a una parafernalia de objetos o simplemente a una situación confusa y desordenada (eso que los porteños llamamos “despelote”).
El éxito de Ba-ta-clan se trasladó de París a ciudades como Londres y Nueva York, donde se mantuvo en cartel durante años. Más tarde Offenbach presentó una segunda versión, que incluye gran orquesta y coro. BAL la ofrece conforme a un criterio de reconstrucción que va detrás de la huella del original con agregados de otras partituras de Offenbach.
Tan persistente fue el éxito de Ba-ta-clan que el 3 de febrero de 1865 se inauguró en París un teatro que lleva su nombre, y cuya fachada parodia a la arquitectura china.
Sede de espectáculos de entretenimientos variados, entre las atracciones principales contaba con sus famosas bailarinas llamadas “bataclanas”. Palabra hoy de raro uso, se empleaba para criticar a alguna mujer, joven y atractiva,  perteneciente al mundo del espectáculo. (En 1941 hubo una película emblemática del cine argentino protagonizada por Niní Marshal, Yo quiero ser bataclana.)
El 13 de noviembre de 2015 el Bataclan (en la actualidad se escribe sin guiones) acaparó la atención del mundo, al ser objeto de un atentado del ISIS que dejó un saldo de varios muertos.
Con dirección musical de Juan Casasbellas,  puesta en escena de Ignacio González Cano y un talentoso reparto, presenta una versión fresca y renovada de un clásico que se burla del imperio con calidad y belleza.
Nada más actual.

Chapeau!


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