martes, 1 de noviembre de 2011

EL DUENDE RECOMIENDA

"Los otros"
Las batallas de la pobreza
Julieta Grosso
Bajo una estructura de crónica intervenida con distintos recursos literarios, Josefina Licitra narra en "Los otros" un conflicto vecinal que enfrenta a dos barrios emplazados a orillas del Riachuelo, en un relato que además de retratar las zonas oscuras del conurbano bonaerense pone en tensión los propios fantasmas de la escritora frente a la marginación y la miseria.
En su nueva obra, la autora de "Los imprudentes" narra la historia de los habitantes de los barrios Villa Giardino y Acuba, protagonistas de una rivalidad surgida por viejas disputas territoriales que se reaviva a partir de la muerte de un chico de 16 años.
Ambos bandos, que comparten la idea de un futuro precario y desolador, juegan a dirimir quién es el menos rezagado de un sistema que los ignora desde siempre y al que pretenden combatir a fuerza de treguas y negociaciones con la autoridad de turno, a la que reclaman cloacas, alimentos y calles asfaltadas.
"La idea era contar el conurbano bonaerense. A partir de ahí empecé a ver con qué metodología se podía contar, buscando historias que funcionaran como síntesis y síntoma de todo lo que ocurre en esa zona -relata Licitra a Télam-. Terminé encontrando un foco a orillas del Riachuelo, donde me pareció detectar elementos que retratan bien la idiosincracia del conurbano".
"No quiero llorar. Todo huele a frito. Olor a humo y a frito.
Quiero volver con mi hijo y mi marido. Soy una mujer de clase media haciendo un libro sobre pobres, las cosas como son. No quiero cruzar las vías. Quiero irme", se filtra la voz de la autora en un tramo del libro, mientras camina a tientas entre los durmientes de una vía que la dejará en La Salada, la ya célebre feria que desde hace veinte años funciona en Lomas de Zamora.
"Este es el punto donde la primera persona del relato queda más saturada, es un tramo de enunciación personalísimo -explica-.
Hasta el momento de escribirlo no tenía en claro el tono de la obra, pero luego me pareció que funcionaba y que lejos de ser un recurso vanidoso o egomaníaco (temor que se tiene cuando uno trabaja la primera persona) funcionaba para ubicar al personaje de extranjero que se acerca a un mundo desconocido".
El ejercicio de poner en palabras la miseria, de bucear en el lenguaje para hallar ese giro exacto que abrevie las distancias entre una realidad y las formas disponibles para representarla, supuso para Licitra el desafío de adoptar una mirada que le permitiera comprender su "objeto de estudio" sin caer en la tentación de justificar sus modalidades de acción.
"La distancia en cualquier trabajo de escritura es fundamental. Es importante estar cerca para poder entender y llegar a un punto de empatía con el otro que impida la mirada punitoria.
Pero es ficticio pensar que uno puede llegar a pensar como ese otro", fija posición Licitra, que en 2004 fue premiada por la Fundación de Nuevo Periodismo que dirige García Márquez por "Pollita en fuga", crónica de una quinceañera que lideraba una banda delictiva.
"Quiero evitar esa tendencia que hay cuando se retrata entornos marginales de asumirse como uno más del grupo. La distancia y el subrayado de esa distancia tienen que ver con una cuestión de respeto por el retratado, es casi un deber decirle `tengo claro que cuando termine este encuentro vos te quedás acá y yo me vuelvo a mi comodidad de clase media`", apunta.
Editado por Debate, "Los otros" elude también la tendencia de la crónica policial a estigmatizar a los responsables de un delito, a veces pasando por alto que el sujeto en cuestión fue víctima de un delito anterior o de un contexto traumático que, si bien no exime la responsabilidad por sus actos, contribuye a alertar sobre las secuelas de la exclusión social.
"Mi desafío es trabajar historias con la complejidad suficiente como para que no se pueda establecer si una persona hizo las cosas bien o mal. Este es el caso por ejemplo de Marcelo Rodríguez, un puntero que aunque tiene actitudes que pueden verse como temibles, no deja de ser emergente de una situación social", señala.
"Mi trabajo pasa por contar esa transición en la que una persona se transforma en un tipo con algunas actitudes de bárbaro", explica.
Más allá de las connotaciones singulares que ofrece este hombre capaz tanto de conseguir cloacas para el barrio en tiempo exprés como de desalentar con métodos poco ortodoxos la instalación de puesteros "no autorizados" en la feria La Salada, esta suerte de caudillo informal le sirve a la autora para retratar las paradojas de la política.
Así, el efecto es una interminable burocracia para los habitantes de Villa Giardino que gestionan sus demandas por los canales tradicionales, mientras son resueltos con eficacia los reclamos encabezados por el puntero, que se vale de mecanismos informales para llevar algo de bienestar a sus protegidos.
"Uno como escritor tiene la obligación de entender y de dejar de reproducir discursos maniqueos donde se ven el malo y la víctima. De hecho es central la cuestión de la verdad encarnada por la Justicia: en este contexto de injusticias y olvidos, tiene que haber algo superior a la personas que determine cuáles son los límites, porque si no todo sería un caos", indica Licitra.
"Los otros" entrelaza distintos registros narrativos -la epístola, la crónica y hasta la poesía- que sirven para poner en foco el axioma nietzschetiano que postula "no existen hechos sino interpretaciones": aquello que el lector puede entender por verdad se reduce en este caso a las distintas versiones que dan sobre la muerte del joven los habitantes de Acuba y Villa Giardino.
"El libro culmina con el relato de un juicio, una situación que a mí de alguna manera me sirvió para contrarrestar esos criterios de verdad tan lábiles que surgían de profundizar en la historia de cada uno de los personajes. En la crónica, el Estado democrático se hace presente y determina quién es la víctima y quien es el culpable", señala.
"Más allá de eso, la obra es una búsqueda incompleta e infructuosa de la verdad. Quizá la única certeza que sale de ahí es que hay tantas verdades como relatos existen. En definitiva, esa verdad jurídica tiene un costado conflictiva en ella uno termina viendo que también se construye a partir de posibles injusticias en tanto son algo inconsistentes los elementos sobre los que se monta la sentencia", concluye Licitra.
Fuente Telam 

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