Mi fiesta – Interpretación: Mayra Bonard – Vestuario: Cecilia Allassia – Espacio escénico: Mayra Bonard, Carlos Casella, Matías Sendón – Iluminación: Matías Sendón – Música: Diego Vainer – Sobre textos de: Mayra Bonard, Pedro Mairal -Dirección: Carlos Casella– Prensa: Duche&Zárate
“En la fiesta como juego, la vida se representa a sí misma. Tiene un peculiar carácter de excedencia. Es la expresión de una vida rebosante que no aspira a ningún objetivo. En eso consiste su intensidad. Es la forma intensiva de la vida.” (Byung-Chul Han).
Hemos sido todos invitados a la fiesta de Mayra Bonard y Carlos Casella, acontecimiento de lo intenso donde la expresión de una vida no tiene otro fin más que alcanzar la intensidad. Somos co-jugadores, co-partícipes, invitados a detenernos en esta obra de arte que constituye una fuerte experiencia estética (“estético” procede del griego aistêtikos, de aisthesis=sensación, sensibilidad). En ella resulta fundamental, asimismo, el trabajo con las luces de Matías Sendón, que plasma búsquedas visuales muy interesantes con un efecto dramático.
Mi fiesta nos lleva a atravesar toda clase de sensaciones en el cuerpo, propone vivir el hecho teatral de manera inmersiva. No hay forma de tomar distancia de lo que nos relata esta mujer; vivencias sexuales y emocionales con los hombres han producido un alto impacto en su estructura psíquica y en su cuerpo. Sentirse vulnerable, quizás de cierto modo abusada, la lleva a recrear simbólicamente, por medio de metáforas, aquello que ha vivido. Así transforma el relato de las experiencias pasadas en un hecho artístico.
Envolver y desenvolver su cuerpo con una soga, jugar con copas y vasos que se arrastran por el piso generando un impacto sonoro, utilizar una soga como si fuera una correa que ahorca la garganta y al mismo tiempo una boleadora, nos hablan del arriesgado camino artístico que recorre la obra. Desde la visual, lo performático, lo teatral, estamos ante una obra que arriesga, y eso le otorga una gran potencia. El punto de clímax acontece cuando la artista se envuelve en papel film y juega con frutas que le permiten recrear su genitalidad, su género (se podría pensar también en la obra Hermafrodita, donde actuó Bonard) para actuar o representar aquellas vivencias sexuales que la han traumado.
El espectador saldrá conmovido por haber presenciado una verdad. Verdad que se manifiesta en palabras y en acciones corporales. Verdad que no tiene que ver con el binomio ficción/realidad sino con un acto absolutamente revelador donde Mayra nos muestra su cuerpo para contar una historia con él. Ante esta desnudez de la carne y del espíritu, el espectador es introducido, invitado a formar parte de la obra como un voyeur. Aunque es mucho más que eso: es quien interpreta, da sentido.
“Cuando se piensa en las variantes estéticas de lo extremo se suelen considerar manifestaciones maximalistas, ejemplos superlativos que en la progresión hiperbólica hacia el límite de lo aceptable llegan a poner en riesgo la propia vida del artista. Su cuerpo convertido en obra será el lugar de la herida, de la autoflagelación, del sufrimiento máximo. […] Pero existen otras formas de lo extremo, estrategias minimalistas que permiten la toma de conciencia de lo máximo a través de lo mínimo”, desarrolla la Dra. Elena Oliveras, en su libro Estéticas de lo extremo.
Estas ideas se relacionan estrechamente con Mi fiesta, donde los gestos mínimos son a la vez grandilocuentes, donde maximalismo y minimalismo confluyen en esta herida que es el cuerpo, territorio para vivir o expresar el extremo placer o el extremo dolor.
Diego Vainer toma la música de Wagner (Tristán e Isolda) para intervenir este relato. Esto nos remite directamente a la idea de lo dionisíaco en Friedrich Nietzsche. Lo irracional, la embriaguez y la desmesura se combinan en esta obra con rasgos más apolíneos: la pieza tiene una estructura, un orden, y cada movimiento es calculado.
Mi fiesta resulta una desconcertante escultura de lo contemporáneo, una instalación que se puede recorrer, espiar o penetrar. Como dice Pedro Mairal, quien escribió el guión a partir de los relatos autobiográficos de la actriz, Mayra “se envuelve, se ramifica, con delicada furia, en pleno control de su fuerza”. Tensión, contradicción, oxímoron. Todo eso está presente en la obra. Acceder mediante el cuerpo al alma, atravesar lo que se ve para llegar a lo que no se ve.
Ver y experimentar Mi fiesta será un acto profundamente transformador. Bonard y Casella son una dupla maravillosa que consigue trabajos de una fuerza inusitada: el resultado evidencia una labor de investigación por detrás, que permite desplegar al máximo los recursos creativos y expresivos a la hora de construir un acontecimiento teatral. Milly Vázquez