Monteverdi
L´Incoronazione di
Poppea
Por María Inés Grimoldi
Una puesta que logró
celebrar a Monteverdi, el padre de la ópera, a los 450 años de su nacimiento.
“Hablar de Monteverdi
es como hablar de Shakespeare o Cervantes. Se trata del hombre que cambió la
forma de mirar la cultura.”
Marcelo Lombardero
“La
coronación de Popea” es presentada por dos tradicionales instituciones privadas
del mundo operístico, Buenos Aires Lírica y Nuova Harmonía, con la dirección
musical de Marcelo Birman y la dirección teatral de Marcelo Lombardero, en el
Teatro Coliseo de Buenos Aires.
Tras
el estreno del 20 de abril a las 20.30 hs., tendrá funciones el sábado 22 a las
20 hs. y el domingo 23 a las 18 hs.
Es
interpretada por un elenco que incluye a artistas argentinos y sudamericanos:
Cecilia Pastawski (Popea), Santiago Bûrgi (Nerón), Luisa Francesconi (Ottavia),
Iván García (Séneca), Victoria Gaeta (Drusila/Fortuna), Gloria Rojas (Arnalta)y
Martín Oro (Otón)
Participa
la orquesta de instrumentos originales “Compañía de las Luces” con el brasileño
Rodolfo Richter como violín concertino.
Fue
la primera ópera que se aparta de lo mitológico, basada en un hecho histórico.
El tema central es el amor triunfante de Nerón y Popea, aún a costa de la
virtud. Ambos logran sus propósitos, mientras que los derrotados son la
repudiada y virtuosa Ottavia y el filósofo estoico Séneca que encarna una ética
y una moral incorruptible. Resulta
desconcertante, aún desde criterios actuales, contemplar la amoralidad cínica
de Popea, que logra su objetivo de consagrarse emperatriz provocando en el
camino, la muerte de Séneca y el exilio
de Ottavia y su anterior marido, Otón.
Esta
ópera, cuya versión inaugural se remonta a 1642, ayudó a redefinir los límites
de la música teatral y estableció a Monteverdi como el más destacado dramaturgo
de su época.
“La
coronación de Popea” marcó un hito histórico, estableció las bases para el
naciente género operístico, al extremo de que todo lo compuesto con
anterioridad conocido en el presente, se muestre como un conjunto de
experiencias destinadas a llegar a un punto, en el cual el drama cantado se
manifiesta como una expresión artística afianzada y definida.
Por
esta razón, los especialistas consideran a esta ópera como el auténtico
arranque del género operístico. género destinado a predominar a lo largo de
tres siglos. Con su aparición, también podemos considerar que llegamos al
período Barroco.
Se
trata de conmemorar a la persona que cambió la forma de pensar el espectáculo.
Con Monteverdi, por primera vez el público accedió a la ópera del modo que hoy
se la conoce. Cambió la forma de consumir el espectáculo, cambió la cultura de
la humanidad. Además se trata de una obra con una extraña comunión texto-música,
de una forma pocas veces vista. Es una ópera que trata del deseo y del deseo
descarnado, primitivo. El emperador se
juega el imperio por su deseo y los poderosos aparecen con la capacidad de
cambiar la realidad a su beneficio y con la justicia a su servicio. En ese
punto, es un tema que 450 años después nos continúa interpelando.
Hoy
la ópera necesita retomar estas historias y resignificarlas. Aportar un punto
de vista nuevo. La música aquí actúa como un disparador para poner la palabra
en toda su relevancia porque también es una obra de teatro, una obra de texto,
una obra para la interpretación actoral. No hay espectacularidad en la puesta.
Esa intensidad aparece en la palabra.
Los
cuestionamientos acerca del formato de la ópera no tienen que ver con aspectos
como su duración sino con la forma de presentarla. Esto está vinculado con la
incorporación de nuevos públicos y eso requiere una política. Esta producción
lleva implícita una fuerte apuesta a los jóvenes. No sólo porque hay una
promoción dos por uno para menores de 25 años sino porque la obra misma
interpela a las audiencias actuales.
La
música académica no forma parte hoy del mundo natural de la juventud y eso
obliga a realizar un esfuerzo, hay que interpelar al público, no repetir los
espectáculos que ya resulten cómodos, no repetir fórmulas. Hay que hablarle a
las nuevas generaciones y el desafío es hacerlo sin rebajar la calidad del
espectáculo.
Esta
puesta lo logra sobradamente.
Excelente
la dirección musical, los cantantes, el
vestuario, la escenografía.
Todo
forma un espectáculo armonioso, sutil, de un refinadísimo e intenso erotismo,
con desnudos en la escena, con un joven y simpático Cupido montado en un enorme
corazón brillante, por momentos divertido, como la elección de nariz y pelucas
de clown para los personajes invitados a la coronación; otras veces con tonos dramáticos como el momento de
la muerte de Séneca y de Ottavia y el destierro de Otón y su prometida.
En
el entreacto continúa la función. En el foyer del primer piso, el Dios Amor,
vestido con un hermoso traje rosado y con alas doradas, persigue a los espectadores de ambos sexos
intentando enamorarlos y encontrarles pareja. Un momento muy grato e hilarante
en el que el público dialoga e interactúa con los actores-cantantes.
Si
se quiso homenajear a Monteverdi, se lo logró
ampliamente y creo que se lo entendió al utilizar nuestros códigos
actuales. Nerón llama por teléfono a
Popea y ella espera ansiosa sus llamados como una joven que podría estar
en la platea, ser una espectadora.
Chapeau!