Un niño perdido
Perdido
en la cotidianeidad, un día me decidí a escribir, no sé si era de día o de
noche, algo se desató en mí para teclear y teclear. Los días en las guerras no
se recuerdan tanto, quizá era un tres de septiembre o un once del mismo mes. Lo
que me gustaba era la poesía, la lectura por las mañanas, sin salir de la cama,
mirar por la ventana y seguir. Los cuentos no me atraían hasta que conocí
algunos escritores como Cortázar, creo que a todos les pasa. Cuando conoces los
cuentos borgeanos o los alambicados de Cortázar, te despierta algo que te lleva
a una escritura desordenada. Me gustaba escribir sobre mujeres, sobre el amor
fracasado, precisamente sobre el desamor. Creo que los poetas viven y mueren
por eso que llaman amor, un amor que nació con la lectura y se retroalimenta
con los versos de cada día. Siempre se habla de querer trascender pero lo que
los lectores no saben, es que el escritor tiene poco de eso, solo quiere
trascender en su literatura. Lo que se diga de su literatura es muy vacío
comparado a lo que la literatura pueda decir de la literatura misma. Pobre es
esta poesía que no quiere trascender a cuento, mucho menos a novela. Tan
siquiera este ensayo, proyecto de poema en prosa, que no inspira nada al
lector, mucho menos al escritor que no desanda sus expectativas de futuro. Solo
acentúo mis líneas sobre el esfuerzo diario por crear, porque querer escribir
algo nuevo, que nunca vendrá. Quisiera proyectar sobre el papel, algo que fuese
más allá de la realidad, aquel punto de fuga para los amantes de la utopía,
para los esperanzados del mañana. Tenemos una civilización que se destroza a
diario y unos pocos, que intentan difundir una aspiración a la paz, un mundo
sin fronteras. De chicos, los afortunados, jugamos en la arena de alguna playa
marítima, en alguna plaza de barrio, otros
juegan a huir de la violencia, de la muerte.
Aylan
se nos fue, ya nada volverá a ser como antes. Con una lagrima de por medio,
decidí escribir por la paz, por el amor a nosotros mismos, por los desplazados
de sus tierras, por el fin de la guerra, porque el arte va a devolver a los
muertos, lo hace a diario, homenajeándolos. Porque esos son los verdaderos
héroes, los que arriesgan su vida por un sueño, los que intentan no ser olvidados.
Si volvemos a olvidar, todo habrá sido en vano.
En honor a
Aylan
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